
"Um sonhador", de Caspar David Friedrich.
Estive conversando com a professora Hamlin acerca do Sturm und Drang, já falamos dele no post anterior, e mais pontualmente sobre como enquadrar Schiller dentro do movimento romântico alemão - eu queria falar sobre futebol e pagode, mas... Há muitos anos li o ensaio que ele escreveu sobre a estética kantiana, creio que se chama ‘Sobre o Belo e o Sublime’. Ora, Kant foi um pensador francamente moderno, iluminista e sua estética não escapa dessa tradição. Schiller, por outro lado, é uma das referências fundamentais do Sturm und Drang, cuja resistência ao universalismo, ao racionalismo, ao otimismo iluminista é bem conhecida. A conversa, então, me trouxe dividendos.
Pois bem, estou na metade do livro. Uma das inquietações mais constantes que ele expressa, até o momento, é saber em que medida a cultura pode promover uma aproximação entre o ser humano e a natureza.
“Con ansia dolorosa sentimos su nostalgia en cuanto comenzamos a experimentar los vejámenes de la cultura y oímos en las lejanas tierras del arte la aleccionante voz maternal. Mientras éramos simples hijos de la naturaleza, gozábamos de felicidad y perfección; llegamos a emanciparnos, y perdimos lo uno y lo otro. De aquí, nace un doble y muy desigual anhelo de naturaleza: un anhelo de su felicidad, otro de su perfección. La pérdida de la primera, la lamenta sólo el hombre sensible; la perdida de la otra sólo aflige al hombre moral”.
Trata-se de um libelo ("libelo" é brega de doer! mas deixa assim) contra o formalismo, o artificialismo da cultura clássica, um convite para mergulharmos numa estética que valorize a ingenuidade, a razão sensível e imediata dos povos primitivos e das crianças. Este mergulho na natureza, entretanto, nada tem de ameaçador. A poesia ingênua nos ofereceria a possibilidade de encontrar uma unidade perdida entre cultura e natureza – pois trata-se de uma união com uma “natureza pura – não bárbara”.
“Esa sensibilidad para la naturaleza se pone de manifesto con particular fuerza y de la manera más general ante objetos que, como los niños y los pueblos infantiles, están más estrechamente enlazados a nosotros y nos llevan tanto meor a reflexionar sobre nosotros mismos y sobre lo que tenemos de artificial”.
Nesse ponto do texto, no entanto, uma oposição entre modernos e antigos começa a ser estabelecida, uma oposição entre sensibilidade e razão, ou melhor, uma sensibilidade para o finito e outra para o infinito. E aqui podemos apreciar o coração ambíguo que dirige o Sturm und Drang para uma idealização da natureza, para uma valorização da ingenuidade e da antiguidade clássica.
“Si se llama poesía sólo a aquello que en todos los tiempos ha actuado uniformemente sobre la naturaleza sencilla, no se podrá menos de tener que discutir hasta el nombre de poetas a los modernos, justamente en su belleza más peculiar y más sublime, porque precisamente allí hablan solo al entendido en cosas de arte y nada tienen que decir a la naturaleza sencilla. A quien no tenga el ánimo ya preparado para ir, más allá de la realidad, al reino de las ideas, el más rico contenido le parecerá vacía apariencia, y el más alto vuelo poético. [...] El antiguo es, si se me permite expresarlo asir poderoso por el arte de la limitación; el moderno lo es por el arte de la infinitud. Y precisamente porque en la limitación reside la fuerza del artista antiguo (pues lo dicho aquí del poeta puede también extenderse, con las restricciones que de por sí resultan, a las bellas artes en general), se explica la gran ventaja que las artes plásticas de la antigüedad llevan a las de la época moderna, y toda esa desigual relación de valor en que la poesía moderna y la plástica moderna están con respecto a uno y otro arte en la antigüedad. Una obra para los ojos, sólo puede encontrar su perfección en lo limitado; una obra para la fantasía puede también alcanzarla por lo ilimitado. En las obras plásticas, pues, de poco le vale al moderno su superioridad em ideas; aquí está obligado a precisar lo más exactamente en el espacio la imagen de su fantasía y por lo tanto a medirse con el artista antiguo en aquella misma calidad en que éste tiene indiscutible ventaja. No así en las obras poéticas. Aunque también em ellas venzan los antiguos poetas en la sencillez de las formas y en lo que sea sensorialmente representable y corpóreo, el moderno puede a su vez dejarlos atrás por la riqueza de la materia, por todo lo que sea imposible de representar y expresar; en suma, por lo que en las obras de arte se llama espíritu”.
Jonatas Ferreira